El estrés psicológico puede causar mucho daño a la salud física. La hipnosis es el tratamiento clave que logra que los pacientes separen el dolor de sí mismos y se liberen de él como si de un molesto acompañante se tratara.
Se considera dolor crónico a aquel que dura más de seis meses. Según las últimas estadísticas de la OMS (Organización Mundial de la Salud) una de cada cinco personas lo padecen y supone uno de los problemas de salud más subestimados. Muchos de los pacientes de mi consulta interiorizan este dolor como parte de ellos mismos. Con algo de suerte, algunos conservan el recuerdo de cómo eran antes de sufrirlo.
Mi trabajo como hipnoterapeuta es lograr que la parte inconsciente del paciente reduzca la percepción del dolor hasta eliminarlo en los casos en los que el dolor no sea una llamada de atención para cuidar el cuerpo, como ocurre con la fibromialgia, dolores de espalda, cefaleas e incluso los dolores que quedan después de sufrir amputaciones.
La mayoría de los artículos dan buenos consejos sobre cómo combatir el dolor con remedios naturales y masajes terapéuticos. Casi todos dan importancia a mantener una actitud positiva hacia el dolor y controlar los pensamientos para que no afecten a nuestra salud pero no profundizan en cómo hacerlo. En este sentido, numerosos estudios han revelado que el estrés mental produce el mismo daño celular que el estrés físico: el cuerpo reacciona del mismo modo ante una mala noticia que ante una bacteria.
En estos casos, el cuerpo se pone en marcha para protegerse mediante cambios térmicos y químicos. Estas transformaciones provocan un envejecimiento celular y un bajón en el sistema inmunológico. Las personas que sufren dolores crónicos, cuando se estresan pensando que el dolor va a ser más fuerte ese día están promoviendo un estrés mental que activa el sistema inmunológico y a su vez lo debilita, haciéndoles más vulnerables a las bacterias u otros organismos. Por ello se vuelven más propensos a sufrir catarros e infecciones.
Para encontrar soluciones a este fenómeno hay que hablar de la relación mental con el dolor en sí. Henry Maudsley (1835-1918), psiquiatra inglés, mencionó la importancia de la relación mente-cuerpo para la salud. Demostró cómo una depresión muy prolongada puede producir enfermedades crónicas como diabetes o cardiopatías. Su idea más innovadora para la época, ignorada entonces, es que un comportamiento repetido muchas veces se puede convertir en un comportamiento automático. Hoy en día, esto es fundamental para las terapias cognitivas y el tratamiento del dolor: los pensamientos automáticos.
Las terapias cognitivas trabajan con estos pensamientos automáticos pero nunca explican su procedencia. Los comportamientos repetidos se vuelven automáticos con el tiempo y no somos conscientes de ello. Es aquí donde entra la hipnoterapia. La hipnosis puede ayudar a identificar esos comportamientos en el paciente, esas sensaciones de dolor corporal que han interiorizado de manera errónea e incluso reducirlos o eliminarlos, ya que, en muchos casos, es solo una parte del organismo la que está afectada por el dolor y ello hace que las demás adopten una posición de tensión, extendiendo el dolor a todas ellas.
Muchos afectados por los dolores crónicos interiorizan que el dolor son ellos mismos. Es importante que comprendan que el dolor solo es una pequeña parte de ellos. En mis sesiones no solo uso sugestiones de anestesia para la parte del cuerpo que produce el dolor sino que también utilizo la imagen de “mi amigo tonto”. Esta es mi mejor invención, ya que permite separar del cliente su dolor y verlo como algo distante que no es él, sino un mero acompañante.
Los pasos para visualizar al “amigo tonto” pasan por escoger un personaje de ficción – un personaje de la televisión, quizás alguien que haga reír- del que imprimiremos una fotografía para tener siempre cerca, a una distancia a la que poder tocarla. Finalmente, los pacientes pueden mentalizarse de que están traspasando su dolor a ese “amigo tonto”. Esta terapia hace que los pacientes practiquen una visualización regular de que su dolor ha sido trasladado a otro lugar y de él solo queda una suave llamada de atención. Si se practica regularmente, esto ayuda a que la percepción del dolor sea menor cada día.